Hace
algún tiempo, intercambiando correspondencia con el escritor Andrés Gómez Ordoñez,
me hizo reflexionar sobre éste tema en particular y la “dificultad” al escribir
sobre ciertos géneros (llámese Ciencia Ficción, Juvenil-Paranormal, Steampunk y
otras de la amplia familia Punk, etc.) cuyos escenarios sean precisamente
locaciones en Latinoamérica.
Aclaro,
desde luego, que estoy excluyendo aquellas grandes obras de autores como García
Márquez, Miguel Asturias, Juan Rulfo o Laura Esquivel cuya literatura se
enmarca dentro del realismo mágico, fantástico o maravilloso. Estos géneros, si
bien incluyen elementos de fantasía, poseen características muy propias situándose
más bien en entornos costumbristas.
Me
quiero referir a relatos de fantasía y ficción cuya trama se desarrolla en
nuestra época “actual”, aunque sea motivo de debate si se le pueda considerar
literatura a los escritos de Stephanie Meyer o Rick Riordan por citar algunos.
No obstante es imposible negar que estas novelas son tendencia actualmente y
gozan de gran popularidad, especialmente en jóvenes y adultos-jóvenes.
Me
decía muy acertadamente Andrés que la literatura en los escenarios latinos vende
más si trata sobre guerra, política, drogas, etc. Esa es una realidad innegable
y va asociada a factores culturales y estereotipos que lamentablemente se han
forjado en torno al latinoamericano.
¿Tendría
igual popularidad, por ejemplo, si la protagonista de Crepúsculo se llamara María
González y la acción transcurriera en Cuilco, Guatemala en lugar de Forks, EEUU?
Poco probable.
Ciertamente
el mercado literario anglosajón ofrece muchas más posibilidades, por tanto es
lógico que personajes y escenarios sean coherentes con su cultura, sin embargo, considero
que Latinoamérica posee mucho potencial también para desarrollar buenas
historias en géneros como fantasía urbana, distopías futuristas, cyberpunk y un
largo etcétera. Aún así escasean los autores de estas temáticas que logran ser
reconocidos.
Un
aspecto aparte a resaltar, es que aunque cada vez es más notoria la inclusión
de personajes de origen latino en las actuales producciones, aún son
relativamente pocos de estos los que tienen el rol protagónico, sin embargo,
comparativamente con épocas anteriores esto se puede considerar un gran avance.
Creo que es tiempo de
empezar a cambiar esta tendencia en la literatura actual. Si bien en
Latinoamérica aún tenemos un largo camino por recorrer en términos de
desarrollo, no es menos cierto que nuestra sociedad tampoco es la misma que la
de hace 50 años y que nada impide desarrollar excelentes historias de fantasía
y ficción ambientadas en nuestras ciudades y urbes modernas sin que ello implique
dejar a un lado la identidad que nos caracteriza como cultura.



